lunes, 28 de noviembre de 2011

El amor

Aunque no tenía pensado usar el blog para nada más que para colgar las redacciones que el mago Merlín nos pide que hagamos, no he podido resistirme a publicar esta entrada. Hoy hemos comentado el libro de lectura en clase y nuestro profesor Eduardo defendía con uñas y dientes el hecho de que es normal que el protagonista se comporte así, ya que está enamorado. Después de esto he decidido explicar mi opinión sobre el amor, para que se comprenda porque me ha indignado tanto el comportamiento del protagonista.

Empezaré diciendo que para mí lo más importante en el mundo (por si hay alguien que no se haya dado cuenta) es patinar. Y el amor no es necesario para patinar, por lo tanto, el amor no es necesario en mi mundo. Con esto lo he dicho todo pero como sé que me lo vais a discutir voy a extenderme un poco más.

El amor es probablemente la cosa que más impacto tiene en la personalidad de una persona, la cambia por completo. Pero para peor. He visto a chicas normales convertirse en personas chillonas que solo piensan en la persona de la que están enamoradas. ¡Tiene el pelo precioso! ¡Me ha mirado! ¡Es tan simpático! ¡Me encanta la camiseta que lleva hoy! ¡Me ha sonreído! Y cientos de cosas más, chorradas sin sentido, solo les falta gritar: ¡Dios mío, está respirando! ¡Es tan genial!

El amor tiene, según mi opinión, tres características que son las que lo hacen tan horrible:

-Te cambia: ya lo he dicho antes pero me repito: el amor estropea las personalidades. Acabas queriendo hacer todo lo que hace esa persona, cambiando para gustarle más. ¿Y luego, cuando ya no estés enamorad@, qué? Pues tienes una personalidad que no es la tuya y te cuesta a horrores volver a ser tu mismo.

-Es adictivo: cuando estas enamorad@ solo piensas en eso, en esa persona. Y no puedes evitarlo, todos tus pensamientos giran alrededor de esa persona. Te olvidas de todo lo demás. Vives por y para él/ella. Sólo hablas de eso, solo piensas en eso. Te vuelves monotemático (no estoy segura de que esa palabra exista, pero bueno). Y otra vez el problema de antes, ¿que pasa cuando dejas de estar enamorad@? Esto tiene una solución fácil, te vuelves a enamorar. 

-Es contagioso: esta es una de las peores características del amor, tú ves a alguien enamorado y piensas: "ojalá yo sintiese algo así por alguien". Es horrible, de repente tu también quieres ser así de cursi (porque los enamorados son muy cursis, por si no lo sabíais). Hasta yo he querido sentirlo, lo reconozco, pero no estoy nada orgullosa de ello.

Por hoy ya no me extiendo más, ya tenéis mi más sincera opinión.

A los que comentéis esto os digo: es obviamente una exageración para que os deis cuenta de que el amor no es tan genial como lo pintan. Y os pido por favor que si vais a comentar discutiéndome esto, uséis ARGUMENTOS. No vale decir: "¿Cómo no te puede gustar el amor? Si es muy bonito" Eso no es un argumento y además, yo nunca he estado enamorada así que no sé si es bonito o no. Precisamente porque no he estado enamorada puedo deciros lo que veo desde fuera porque ningún enamorado se da cuenta de que ha cambiado por culpa del amor.

Hasta otra entrada,
PatinesEnLínea

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Caperucita Roja

El mago Merlín nos ha pedido una nueva redacción y yo he decidido contaros una historia que me contó una pequeña pulga que me encontré un día mientras patinaba por cuentos antiguos. Aquí os la dejo para que el que quiera pueda ponerse los patines y leerla:

Me despertó un horrible estruendo, como de tormenta. Me levanté rapidamente todavía desorientada por el repentino despertar. Cuando me di cuenta de qué había producido el ruido, me eché a reír.

-Como decía mi madre, que en paz descanse, ninguna pulga debería dormir cerca de la barriga en época de hambre-murmuré, hablando sola-.Pero este lobo siempre pasa hambre, tal vez debería mudarme.

Brinqué hasta la cabeza de mi lobo, dándome cuenta de que estaba en tensión, probablemente planeando algo para conseguir comida. Y ya era hora, su sangre ultimamente no contenía nada de proteínas, ya me temía que se fuese a volver vegetariano. Me acerqué a su oreja y le dije:

-Hola, lobito feroz, ¿vas a dejar ya tu dieta?

-Calla, pulga molesta, y déjame en paz.

Una de sus patas traseras se acercó a mí rapidamente, pero pude esquivarla e insistí:

-¿Planeas comer algo algún día? Lo de adelgazar está bien, pero te estás pasando. ¿O es que no eres capaz de cazar? Bueno, todo el mundo se hace viejo, es normal que estés perdiendo reflejos.

-Para tu información, bicho del demonio, ahora mismo estoy pensando un plan, que si sale bien, me dará varias presas. ¿Ves a esa niña de ahí? Va a ver a su abuela, la oí hablando con su madre. Me comeré a la cría y a la anciana..

-Una anciana, ¿serás capaz? A lo mejor corre más que tú.

No me contestó, se limitó a dar un gruñido. Luego, se dirigió a donde estaba la chica (que llevaba una bonita capa roja) y empezó a hablar con ella. Fui testigo de como la engañaba para que cogiese un camino más largo y conseguía la ubicación de la casa de la abuela.

"-Que niña más tonta-pensé-, casi se merece que mi lobo la mate."

Poco después estábamos en casa de la abuela, que muy inteligente tampoco debía de ser, porque había dejado la puerta abierta. La anciana, asustada por la aparición del lobo, se escondió en el armario. Mi lobo se puso su ropa (soportando muchas burlas mías por esto) justo antes de que llegase la cría.

La niña de la capa roja se puso a hacerle al lobo cientos de preguntas sobre lo raros que estaban sus ojos, sus orejas, su boca... Hasta que mi lobito feroz se hartó y se lanzó hacia ella. Resultó que yo tenía razón y estaba algo viejo, por lo que la niña consiguió esquivarle y encerrarse en el armario en el que ya estaba su abuela. 

Mi lobo, muerto de hambre, empezó a aullar, desconsolado. Me alejé de su cabeza para no destrozarme los oídos con el ruido y me fijé en que por la puerta de la casa de la abuela había entrado un hombre. Un hombre con una escopeta que apuntaba a mi lobo.

Grité para advertirle pero con sus aullidos no me oyó. Sonó un disparo y mi lobo cayó muerto.

Desde entonces vivo en ese hombre, picándole constantemente para vengarme por lo que le hizo a mi lobo. Parece ser que, aunque me burlaba constantemente de él, le tenía algo de cariño a ese saco de huesos hambrientos.




miércoles, 2 de noviembre de 2011

Recuerdos de la infancia

Era la primera semana de clase. Todavía no nos habíamos acostumbrado al ritmo del colegio, a despertarse antes para poder llegar puntuales. Aunque, estando en quinto de primaria, llevábamos los años suficientes en el colegio como para estar familiarizados con el horario. Quinto era el curso menos numeroso de un colegio en el que nunca había gente suficiente como para hacer dos clases, mi curso siempre había sido el menos numeroso, como si los niños de mi edad huyesen de aquel colegio. Un colegio que no era malo, simplemente era poco conocido.

Ese año teníamos una compañera nueva pero aún así éramos tan pocos que casi no se nos podía considerar una clase. Cinco personas en un aula que se creó para albergar a veinte, la sala daba una impresión extraña, como si fuese demasiado grande. Yo pensaba en cuanto tiempo faltaba para que tocase el timbre y pudiésemos salir al recreo. Mientras, los demás terminaban el ejercicio que yo ya había acabado. Me extrañó que todavía lo siguiesen haciendo y le di un golpe a la chica que se sentaba delante de mi con el lápiz para preguntarle qué ejercicios eran. Como sospechaba me había olvidado de hacer uno de ellos, por eso había acabado tan rápido.

Copié rapidamente el enunciado, un problema de matemáticas sobre una clase de veinte alumnos. ¡Veinte alumnos! Comparado con aquellos lo nuestro era ridículo. Cuando acabamos todos los ejercicios empezamos a hablar. Al profesor no le importó, quedaban cinco minutos para el recreo y tampoco hubiese dado tiempo a nada.

El profesor era un señor, de unos cincuenta años, de rostro amigable y tendencia a empezar a hablar y no parar. Aparte de matemáticas, nos daba lengua, gallego, conocimiento del medio... Todas las asignaturas menos música, educación física, religión e inglés.

Sonó el timbre y bajamos las escaleras todo lo rápido que podíamos son tropezar. Media hora en el patio y luego dos clases más, era lo que faltaba para volver a casa.