domingo, 10 de junio de 2012

Tristeza.

Todo el mundo la siente alguna vez. Aparece un día, se instala en tu corazón y no se va hasta que consigues recordar alguna razón para sonreír. A veces, un mal día o una mala noticia son las causantes de su llegada. Otras, simplemente llega, sin ningún motivo. Te congela por dentro y pierdes las ganas de todo.

Lo único que quieres es encerrarte, esconderte del mundo y no volver a salir. Pero a la vez deseas que venga alguien, un amigo, un familiar, quién sea; a darte razones para vivir. ¿Y si esa persona no llega?¿Y si nadie te da motivos para seguir existiendo?

Creo que todos lo hemos pensado alguna vez: ¿tengo una razón para vivir? Si la respuesta es si, eres una persona feliz. Si la respuesta es no... eres una persona normal. Casi nadie sabe el motivo por el que ha nacido. Mucha gente ni siquiera cree que nazcamos por una razón que no sea que nuestros padres quisieron tenernos.

Yo creo en el Destino. Con D mayúscula, porque a algo tan importante hay que concederle un nombre propio. Pienso que él ha hecho que todos nazcamos. Y me da miedo, porque es como pensar que hay un Dios gobernándonos. Y yo no quiero creer en Dios, porque si existe, nos debe de odiar. Y que te odie quién te ha creado...

La tristeza es algo que todo el mundo comprende. Es más común que la esperanza, la amistad o el odio. Y también es mucho más poderoso. Porque la esperanza puede irse tan fácilmente como ha venido. La amistad se puede debilitar con el tiempo. El odio desaparece solo. Pero la tristeza no. No tiene porque irse. Y es ese miedo a que no se vaya el que la alimenta, el que hace que siga existiendo.

Cuando estás triste eres desagradable con los demás. Es como si quisieses que el resto del mundo estuviese como tú. Te justificas pensando que no te comprenden, que te están haciendo daño. Luego comprendes que el que hace daño eres tú y te sientes culpable. Te arrepientes y piensas que eres una mala persona, y eso se suma a la tristeza.

Cuando la tristeza viene, arrasa con todo y puede acabar con vidas perfectamente felices. Por eso hay que combatirla. Hay que pensar en todo lo bueno que hay en la vida, aunque sean cosas que a primera vista parezcan insignificantes, hay que aferrase a ellas, porque la felicidad no es algo propio del ser humano, hay que buscarla siempre. La tristeza no, ella nació con nosotros y nos acompañará hasta el momento de nuestra muerte.