domingo, 26 de febrero de 2012

Los tres cerditos

Estaba leyendo tranquilamente cuando alguien empezó a llamar a mi puerta de forma muy ruidosa. Cuando la abrí, mis hermanos entraron rápidamente y me pidieron que cerrase y echase el pestillo. Estaban sin aliento y lo único que pude entender fue que sus casas estaban destruídas.

Recordé el día, hacía ya varios meses, en el que decidimos irnos de casa de nuestra madre. También recordé nuestra discusión sobre que materiales íbamos a usar.

-Yo usaré paja-afirmaba uno de mis hermanos.

-Mi casa será de madera-decía mi otro hermano.

Yo, en cambio, preferí el ladrillo. Ellos se reían de mi porque tardé mucho, pero al parecer, elegí bien.

Uno de mis hermanos, recuperando ya el aliento, me contó lo sucedido.

-Estaba en mi casa cuando de repente llamaron a mi puerta, fui a abrir y allí estaba él-señaló a nuestro otro hermano- diciendo que un lobo había echado a bajo su casa soplando. Yo no le creía pero al cabo de un rato apareció esa bestia e hizo lo mismo con la mía. Huimos como pudimos, pero no tardará en llegar hasta aquí.

Obviamente no me creí nada de esa historia, ¡una casa derribada soplando! Nadie sería capaz de hacer eso.

No tardé en salir de mi error, pero por suerte para mi y para mis hermanos, el ladrillo es mucho más resistente que la madera y la paja y ese lobo tuvo que irse por donde había venido, sin hacernos ningún rasguño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario